top of page

Mala suerte: Un recorrido por Santiago

  • Ariel
  • 4 oct 2015
  • 3 Min. de lectura

Resulta que de princesa, solo tengo el apodo de Ariel. No soy una sirenita, ni tengo un príncipe azul, ni nada de esas cosas... yo solo soy Ariel porque tengo el pelo rojo y a alguien se le ocurrió la brillante idea de decirme así y me gustó po... no hay ninguna explicación aparte.


Y como no tengo nada de esos artificios típicos de Disney, si quiero verme decente, tengo que comprar productos de besheza (que no hago...) y recurrir a tratamientos más profundos y éste es el meollo del asunto, porque estoy "retomando" un tratamiento de ortodoncia. Sí, esta Ariel tiene frenillos.


Y como buena estudiante universitaria con beca, busqué un ortodoncista que tuviera algún tipo de convenio para estudiantes de la Tchile y así fue como llegué hasta Providencia. Sí señores. Providencia... a esa altura del metro Los Leones... por ahí mesmeto... Imagínense a esta cabra merodeando en un lugar en que el Happy Hour vive toda la semana, se ven autos más bonitos y no sé po... todos andan como "perrits, vamos a tomarnos unas chelits". Y onda, pa los que no cachan de qué lugar estoy hablando piénsenlo como un lugar ABC1 (aunque es como lo más rasca del lado ABC1, o por lo menos yo lo siento así), pero me gusta andar por ahí... es entrete, además que hay tiendas bacanes que tienen cosas demasiado hermosas y... y... y... volvamos al punto.


Me fui en metro hasta allá y una sabe que vamos subiendo, porque ya a esa altura de Baquedano (cerquita de Bellavista) se empieza a vaciar el vagón, anda más suavecito, no huele mal, prenden el aire acondicionado... sería muy estúpida si no me diera cuanta de lo que está pasando. Bajo del tren, voy por la escalera y me encuentro con muuuuuchas tiendas, y como "Yo vengo de Chillán, a vivir a la ciudad", casi abro la boca de sorpresa, luego recordé que tenía que conservar un poquito la dignidad y guardé el lápiz con el que se me estaba dibujando la shupalla.

Llego a la oficina del ortodoncista (muy mino), me examina, me manda a tomar radiografías y me dice que me va a llamar el lunes o el martes para ver cuando podemos concertar una cita... dental. (#mushapena)


Vuelvo hasta la estación de metro, no sin antes deleitarme con lo "cosmopolita" del sector y paso a ver algunas tiendas, me retiro cuando veo que está oscureciendo. Lo sé, me espera otro largo trayecto hasta mi casa, pero me aguanto. Me pongo los audífonos y empieza a sonar la música... y voy tilliule de motiva', pero sería extraño que me pusiese a cantar y a bailar en un vagón de metro que lentamente se acerca hasta Los Heroes. Me bajo y hago combinación con L2 con dirección Vespucio Norte.


¡PlaF! ¡Primera diferencia helmano! Tuve que esperar por dos trenes para poder tomar el que me dejara en Estación Mapocho porque ¡Pucha que va gente en esa dirección! y cuando por fin puedo abordar, la cuestión se llena más que la chucha y a la mierda mi metro cuadrado de espacio personal... le pasé a tocar el poto a un sujeto y me quedé con la espalda pegada a la tremenda guata de un caballero que iba atrás. Levanté mi mochilita y traté de hacer el menor contacto posible con ellos, peeeero... El mundo ama confabular contra mi y mientras la gente seguía acomodándose, me dejaron cerquita de un sujeto que olía a... hueón... ni sé a qué olía, pero pucha que estaba hediondo, ¡Valor!

Me bajo en Cal y Canto y paso al super a comprar unas cosas para comer en la noche, estoy en la caja y una guagua se pone a llorar... el tic en el ojo, que creí que había desaparecido hace años, volvió. Salgo del super, me dirijo a tomar la 201 o cualquiera que me deje cerca de mi casa y, efectivamente subo a la primera micro que llega, la 308... El peor error de la vida.


"Alá, Yavhé, Buda, Dios, quién sea, si es que existen, (sorry, pero I'm not a believer), por favor, denle fuerza al sujeto que llevo al frente, para que no vomite sobre mí". El hueón iba raja de curado, con un terremoto en la mano y haciendo uso de su poca lucidez para mantenerse en pie. Quise moverme, pero tenía a un shiquillo muy alto tapándome la pasada, así que ahí estaba yo, rezándole hasta a Santa Helena (sí, la del vino) para que el hombre no me vomitara encima, así que apenas se acercó mi bajada, me escabullí como pude para apretar el famoso botoncito de bajada y salir de ese lugar, que por cierto también iba muy hediondo.


"Por la chucha, ¿Por qué tengo tan mala suerte?" y esa es otra de las razones por las que no soy una princesa... amo decir chuchadas.

 
 
 

Comments


Featured Posts
Recent Posts

por Peli 

bottom of page